martes, 2 de junio de 2009

Cronicas de Mortiel. III

Buenas otra vez. Hoy continuo con Mortiel, es su peculiar narrar. Os lo advierto, esta es especialmente dura.

El trabajo consistía en la adquisición poco licita de unos tomos, teóricamente perdidos, que guardaban con generoso celo los herederos de lo que al parecer fue un gran mago.

Siendo sincero, el hecho de que el mago hubiese pasado a mejor vida me tranquilizaba bastante. No me gustan los magos, no sabes por donde van a salirte, ni hasta donde llegan sus poderes. De hecho lo mejor que puede pasarte es que sean del montón y se dediquen a lanzarte bolas de fuego o cosas así. Realmente me inspira más respeto un mago capaz de corromper mi cuerpo, como seria un nigromante.

Pero volviendo a mi narración, la familia vivía en su mansión a cuatro días de viaje a caballo. Según las fuentes de Lord Thunder apenas me debería encontrar con un puñado de guardas y lo más peligroso seria el cabeza de familia, era famoso por su habilidad con la espada. Hasta aquí, la cosa no parece más complicada que una “transacción de dudosa legalidad” común. Pero claro, eso podría haberlo hecho cualquiera que ponga un pie delante de otro. El cliente quería que además me burlase de la familia, ahora diréis. Bueno, no complica tanto las cosas, una notita con un par de chanzas... pues no, para ello debía hacer llegar al prometido de la mas joven de las hermanos su diario, donde reconocía haber perdido el virgo... con su ama de llaves. No, no quise averiguar la veracidad de esto. Y para poner la guinda en el pastel, los dichosos tomos estaban en la cripta familiar.

¿Veis como era un reto? Y como es evidente lo logre. Así que no debéis temer por mi integridad física. Con un puñado de raciones para el viaje, monte en veloz corcel, o almenos lo fue cuando era mozo. Pero aun así se mantuvo firme en el camino, permitiéndome alcanzar mi meta.

La mansión estaba guarnecida por unos muros de piedra, no muy altos, algo mas que un hombre sobre los hombros de otro. Un par de guardias vigilaban las puertas y almenos otras dos parejas hacían rondas por el jardín de la edificación.

Aproveche las ultimas horas del día para buscar un par de rutas de escape y genere un rastro falso por la más evidente. Cuando hubo caído la noche me escabullí por la parte trasera de la muralla, las patrullas se iluminaban con antorchas, lo que hacia que brillasen como enormes luciérnagas. Con cuidado y sin dificultad alcance el cementerio privado de la familia. Allí solemne se alzaba la cripta. Por el tamaño en su día debió ser el estudio del mago.

Como deberías suponer, la puerta estaba cerrada con llave y el oxido había inutilizado el mecanismo. Evidentemente esto afecto de igual manera los pestillos de las ventanas, pero en este caso, los volvía débiles a mis habilidosas manos. Retorcí un par de alambres y me abrí paso al interior.

Camine pegado a las pareces para evitar que las maderas podridas del suelo crujiesen, con la destreza de un gato avance hasta la biblioteca. Ante mi, un millar de tomos carcomidos por la edad se mostraban lugrubes, apenas llegaba luz de la luna en el exterior. Me vi obligado a prender una diminuta vela, con cuidado y ocultando en la medida de lo posible la luz con mi otra mano y mi cuerpo busque los libros que debía sustraer. Curiosamente, estaban perfectamente conservados, los deposite en mi mochila, apagué la luz y salí de allí.
Para que la ventana quedase bien cerrada me vi obligado a reparar levemente el mecanismo. Por si os plateabais que sucedió.

Habiendo concluido mi primer objetivo me encamine a la mansión en si misma. Esto seria algo más complejo, se veía luz en varias ventanas y dado que no era muy tarde , pues quería irme bajo el abrigo de la noche, aun quedaría algo del servicio despierto.

Dado que esto no suponía un gran inconveniente para mis habilidades cruce cual sigilosa sombra el jardín, valiendome como único apoyo de las bisagras de las contras de las ventanas del primer piso, alcance una ventana entre abierta del segundo. Me sostuve con una mano mientras miraba por un espejo el interior y cuando estuve seguro de que no había nadie, me deslice sin realizar el más mínimo ruido.

Una vez dentro, camine cauteloso hasta la puerta, pegue la oreja para poder escuchar lo que rondase cerca. Unos pasos lentos pasaban cerca, alejándose, me concentre en aquel sonido. Las pisadas denotan mucho de la actitud de alguien. Aquellas eran lentas, arrastrando los pies, no eran rítmicas, hacían leves paradas. Como si le doliese algo, siguió hasta una puerta, aquellas bisagras estaban mal engrasadas. Deje que pasaran uno instantes y salí de la habitación al pasillo.

Este no estaba iluminado, la oscuridad era prácticamente total, salvo por un tenue haz de luz que se escapaba bajo la puerta, supuse, por donde se fueron los pasos. Fui hasta allí y mire por la cerradura. Una muchacha joven, no debía sobre pasar las catorce primaveras, escribía afanada en una mesa, la estancia estaba apenas iluminada por una vela que crepitaba cerca de la joven.

Pensé en esconderme hasta que se durmiese, pero unos pesados pasos me sacaron de mi ensimismamiento, eran fuertes, decididos y rápidos. Al fondo del pasillo comenzaba a verse la luz de una lampara de aceite. Tome aire, contuve la respiración y presione el pestillo de la puerta que tenia frente a mi, deslice la hoja de madera unas pulgadas y pase metiendo barriga. Por fortuna lo osado de mi acción no perturbo a la mujer. Luego cerré la puerta con sumo cuidado.

Estaba tras la joven, una larga melena dorada caía por su espalda, era perfectamente rizada, parecía una muñeca de porcelana con aquel camisón. Se detuvo para mirar por la ventana y suspiró, cuando iba a retomar la escritura los pasos se hicieron más evidentes, se sobre saltó y torpemente comenzó a recoger los útiles de escritura. Yo rodé bajo una cama cercana. A ella no le iba a dar tiempo a recoger, el tintero callo de sus manos empapando la mesa y el suelo. En ese momento la puerta se abrió, un halo de luz inundo la estancia, la joven se volvió y pude ver su rostro marcado, reflejaba la más pura esencia del terror.

Ese terror visceral que sienten los indefensos, ese terror que siente el campesino cuando los muertos caminan por sus tierras, ese terror que siente el torturado cuando comprende que da igual lo que diga. Esa esencia que acaba con la fe, el valor y la determinación. Nunca podre olvidar su expresión, dado mi oficio, e asesinado, torturado, mentido, extorsionado. Pero nunca provoqué tal reacción en nadie. Aquéllo era de una pureza desmedida.

Los pasos entraron, era un varón, alto y robusto, vestía unos pesados ropajes de noble. Cruzaron la sala como una exalación, sin mediar palabra cruzo el rostro de la joven, esta calló de rodillas. En su delicada mejilla se había abierto una herida. No contento con esto el hombre propino una potente patada a la muchacha, esta se derrumbo y quedo tendida en el suelo, su rostro, su melena se impregnaron de tinta, un par de lagrimas corrían por sus carrillos. Su mirada se cruzó con la mía, pero un par de puntapiés castigaron su vientre. “maldita ramera, perder así la dignidad” grito el hombre “y por encima violar a esa mujer, con lo bien que sirvió a la familia” otra patada castigo a la mujer. Esta vomito sangre, su cara era una de las mayores expresiones de sufrimiento que e visto. Vocalizo un “ayudame”, hacerlo supondría mi fracaso en la misión. Permanecí quieto, mientras le asestaban una brutal paliza a la joven, no contento con ello. Para educarla, como decía, violó sus intimidades con un palo, en una ocasión la pobre perdió el sentido. El paró hasta que la hubo despejado y reanudo. Aquello era horrible, os juro que ni cuando camine por el infierno vi tal atrocidad. Aquel día me jure que sería lo más limpio que pudiese en mi oficio.

No contento con ello, cuando hubo terminado, y la joven calló al suelo decrepita le propino una brutal patada en la cara, uno de sus dientes, rodó por el suelo hasta donde me ocultaba, estaba partido por la mitad. Me sudaban las palmas de las manos dentro de los guantes, no me había dado cuenta, pero aferraba con fuerza la empuñadura de mi espada. Finalmente le escupió y salio de la habitación con un fuerte portazo. Pasó la llave y se alejo por el pasillo.

Salí de mi escondite, caminé hasta la mesa y tome el libro que allí había, era el diario. Rebusque en mi zurrón y saque un vial con una poción, cerraba las heridas más superficiales, pero aliviaría algo de su dolor. Hinqué la rodilla a su lado. “bebela, te aliviará”. Cuando la ultima gota se deslizó por su garganta me erguí mientras guardaba el vial vacío. “Sacame de aquí, por favor” sollozó la chica. “no puedo”, respondí dirigiéndome a la ventana. En mi trabajo, uno no puede tener sentimientos. “Si lo quieres muerto, ve a Melifer, en cinco días en la plaza a media tarde, viste de verde, yo me encargare del resto”. Luego me descolgué por la ventana y salte el muro. Invisible al abrigo de la noche huí de aquel lugar.

En pocos días cruzaba las puertas de la mansión de Lord Thunder, mantuve con el una larga conversación sobre temas superfluos, cogí mi botín y al quinto día espere a la joven.

Supongo que querréis que os cuente que pasó, pero hoy ya es tarde, así que continuare mi redacción mañana. Os aseguro que no os defraudara lo que os cuente.


Espero que no os dejase indiferentes, en todo caso, comentadme que os a parecido.

I see U in Battle