sábado, 2 de marzo de 2013

Lucía

¡Bang!

 La deflagración reverberó a lo largo de la galería de tiro terminando en un impacto seco sobre una más que castigada pared pasando a través del centro de una diana.

 La corredera del arma se deslizo con fuerza envuelta en los gases propios del disparo, desde la ventana de eyección salto un casquillo del .45ACP, alegre, cantarin, para terminar rodando hasta el borde de la mesa que marcaba la linea de tiro.

 El arma comenzó a cerrarse, en su interior el muelle del recuperador liberaba la energía acumulada por contraerse, arrastrando un nuevo cartucho a la posición de disparo.

 Frente al proyectil se abría una linea de visión cilíndrica, como el fondo de un pozo, recortado por seis estrías en una espiral que giraba hacia la izquierda. Tras él cebador del cartucho el percutor, con el aspecto de un depredador dispuesto a saltar sobre su presa. Más allá, el martillo alineado para descargar el golpe detonador, engranado con este y sosteniendo su postura tensa el interior del gatillo, un simple juego de palancas.

 Sobre este un dedo de mujer joven, firme y confiado, unido a una mano acostumbrada a las armas con las uñas bien cortadas, limpias y carentes de esmalte. Sobre ellas unos mitones de tonos terrosos con un pequeño refuerzo de plástico sobre los nudillos.

 La muñeca conectaba con un brazo de piel pálida y sin mancha alguna desnudo más allá de la goma de los guantes, bajo la piel se percibían las suaves formas de unos músculos entrenados pero de aspecto suave, lo que podría definirse como “fibroso”, a la altura del hombro comenzaba una camiseta de manga corta negra, tenia por estampado un esqueleto apoltronado en un trono vestido con ropas raídas, que en una hábil impresión tomaban el color de la tela como propio. Este dejaba descansar su brazo izquierdo sobre el posa-brazos mientras que con el diestro sostenía una pistola, apuntando a lo alto de forma distraída. En su rostro la “sonrisa” propia de las calaveras se tornaba en una mueca desafiante.

 Bajo la tela el torso de una mujer de veintitantos bien torneado en largas sesiones de gimnasio, en su vientre se adivinaban los grupos abdominales entorno a uno de los ombligos mejor anudados de la historia. Los pechos eran firmes y generosos, no les seria necesario llevar sujetador para permanecer en el sitio, pero aun así lo usaba para evitar que se moviesen en exceso.

 Surgiendo del torso un cuello que aria la boca agua a cualquier amante era coronado por el centro de control de toda aquella criatura, una mezcla de materia gris y belleza. Inteligente, rápida, mordaz y honesta. Sus facciones parecían más esculpidas por un gran artista que formadas por el mero azar biológico, su piel era tersa y suave, sus labios eran un dibujo rosado que pocos no querrían besar, pero menos se atrevieron. Su nariz solo se podría describir como perfecta, sobre ella y conectándola con las, exquisitas, orejas unas gafas de protección cubrían las dos esmeraldas con tonos jade que tenia por ojos, ahora bien, estos eran dos piezas de alta tecnología creadas con tal esmero que sus fibras emulaban a las naturales de un modo magnifico. Se necesitaría perderse en ellos unos minutos para percibir el hecho de que no eran naturales, aun así su mayor defecto es que perderse en ellos era casi una obligación.

 Cubriendo la cabeza una tupida mata negra como el carbón y brillante como la obsidiana era recogida en una larga trenza que bajaba por su espalda, a excepción de una pareja de mechones que enmarcaban su rostro afilandolo para terminar su aspecto de astucia innata.

 Su espalda era fuerte y estaba formada por una cadena de vertebras que se hacían notar a través de la piel nívea, lo único que se interponía en toda esa blancura era un delicado tatuaje, que llevaba mucho tiempo bajo esa piel, este era la figura de un demonio de cuerpo escultural con una pose de conquistador, con una pierna sobre una roca formando un angulo de noventa grados respecto al torso, en su mano izquierda sostenía los restos de una cadena, que hasta no hace mucho lo agrilletaba, descasaba su diestra sobre ella cruz de una espada de aspecto fiero y temible. Sus cuernos de carnero brotaban de una larga melena que se perdía tras las alas de murciélago, como única vestimenta portaba un medallon de aspecto pesado y un tapa-rabos que colgaba hasta las rodillas de la criatura.

 Cuando las espalda terminaba comenzaba el resultado de unos glúteos bien trabajados dando unas nalgas firmes, proporcionadas y atractivas, de aquí en adelante comenzaban unas piernas largas y esbeltas, de esas que desearías te rodeasen en las noches de pasión terminado en unos pies bien formados. De buscar un pero, este seria que toda esa majestuosidad era producto de unas cyber-piernas cubiertas por una fina piel artificial del mismo tono que el resto del cuerpo. Sobre ellas unos pantalones vaqueros, negros, algo gastados y deshilachados en sus bolsillos que se aderian a los quilometros de pierna hasta hundirse en el cuero negro de unas botas de aspecto militar.

 ¡Bang!