domingo, 21 de septiembre de 2014

Vendetta

            La paredes tenían una pátina de agua que corría por ellas para transformase en un arroyo. Había llovido todo el día hasta el punto de desbordar los desagües de la ciudad y, ahora, a la noche era difícil caminar sin empaparse. Algo que acabó por calar hasta los huesos a Luther, quien se cubría con su sombrero de ala ancha y el cuello de sus ropajes.

            Durante meses había juntado pistas para seguir el rastro de aquellos villanos, y hoy su acero traería la justa retribución. Se deslizó entre los soportales de aquella tierra de días tempestuosos, pasó cerca de una tasca que irradiaba calor y las risas de quien bebe en buena compañía. Resistiendo la tentación de calentarse, comprobó su pistola; como temía, inútil por la lluvia.

            Se acomodó los guantes hinchados por el agua y terminó de subir la calle, giró a la derecha y buscó el portal número siete. Tal y como esperaba, grabada discretamente en el quicio de la puerta, se encontraba la rueda dentada de aquella pérfida secta que había dado muerte a su mejor amigo y lavado la mente de su familia. La habían manipulado tanto que hasta su hermano lo hirió.

            Sin embargo, hoy acabaría con todo esto. Sería un paria para los suyos y no volvería a ver a sus hijos e hijas, pues ese era el precio a pagar por protegerlos, mas lo pagaría gustoso; su futuro era el mayor de los tesoros.

            Con cuidado se deslizó en la casa y subió por sus escaleras. Cuanto más se adentraba en aquel edificio más frío notaba y más densa se volvía la oscuridad.


            Abrió la ultima puerta, aferró y giró la funda de su sable para desenvainar como el oficial de caballería que era y se lanzó a salvar las almas de los suyos.

1 comentario: